Las múltiples acciones degradantes sobre las superficies naturales, provocadas por alteraciones químicas, físicas o por microorganismos, pueden provocar una pérdida de aglutinante en el propio material, llegando a debilitar, desmenuzar y descohesar la superficie, con aumento de la porosidad y pérdida de material.
Los materiales pétreos también son rígidos y frágiles y, por tanto, sensibles a las tensiones mecánicas externas e internas (cargas, vibraciones, heladas, cristalización de sales, dilataciones térmicas).